Editorial

ARTROSCOPIA | VOL. 26, N° 3 | 2019

EDITORIAL

Sólo huellas en el camino

Desayunando con mi hijo menor descubro en él cierta inquietud, no incómoda, pero inquietud al fin, que necesita expresarme casi al pasar, sin cita previa, lo que hace el encuentro mucho más sabroso y atractivo.
-Papá, yo sé que quiero ser. No desde lo académico, porque no sé qué quiero estudiar, pero yo sueño con vivir en la Patagonia y ser músico, tocar la guitarra y cantar mis propias canciones.
Qué hacer con semejante confesión. Mi hijo no quiere ser doctor, tampoco un gran empresario, mi hijo no quiere trabajar en la NASA, no le interesa la política ni las reglas de la ingeniería.
Sigmund Freud decía que la libertad del individuo no es un regalo de la civilización, era mayor antes de haber cualquier civilización. Esto hace que la libertad individual está condicionada por la sociedad.
Nuestra liberación de la sociedad nos permite salir de la “Mente ordinaria”, del estado neutro, de la repetición constante de hábitos según pautas ya predeterminadas, nos permite no apegarnos y sobre todo nos da la posibilidad de dominar pensamientos positivos o negativos que acumulan demasiado poder a lo largo de la vida y nos aplastan como seres creativos.
En esa primera aproximación al encuentro íntimo, que, por supuesto yo acepte con entusiasmo pero con cierto prejuicio, mi hijo intentaba hacer un balance entre lo que quería y lo que la sociedad le permite querer. Nunca sentí que esperara mi aceptación acerca de su proyecto. Sí experimente su profundo deseo de hacerme saber que él es capaz de ejercer su libertad y compartirla conmigo, permitiéndome ser un poco más libre a mí también.
Yo sé que quiero SER…. después veré que voy a HACER....
Mi padre no concebía a la vida como la meta de la muerte. Creía en la mortalidad de los demás, pero no en la propia. Tenía la convicción de que todo pasaría en este mundo y no más y que dejar legado era la única manera de transformarse en un ser eterno.
Los budistas contemplan la muerte como un proceso normal, saben que no se pueden escapar de ella, entonces no se preocupan. En la tremenda y envidiable simpleza del Dalai Lama, la muerte se asemeja más a un cambio de vestimenta cuando esta vieja y gastada que a un final definitivo, pero también entiende que la muerte es imprevisible y que resulta sensato tomar ciertas precauciones antes de que se produzca realmente.
El mandato para mí hace 40 años era HACER para SER, a diferencia de mi hijo nunca pude reflexionar acerca de la posibilidad de invertir esa ecuación y comenzar por el SER. Solo quería seguir las huellas que mi padre iba dejando por esta vida, caminar y construir, sortear siempre las dificultades, progresar para tratar de sobresalir, diferenciarse y ser mejor pero jamás claudicar.
En El Libro Tibetano de la Vida y de la Muerte, Sogyal Rimpoche escribe que la clase de personas que somos ahora, es la que vamos a ser en el momento de la muerte.
Mi padre dedico toda su vida a proteger y asegurar la “Buena práctica médica en investigación clínica”. En el prólogo de su primer libro, Metodología del ensayo clínico, publicado en 1999, escribe: “La aplicación de los principios de la buena práctica médica en investigación clínica con integridad científica y ética, no solamente sirve a las partes involucradas en este proceso, sino que también permite proteger los derechos y la seguridad de los pacientes, garantizando que la investigación en seres humanos constituya un beneficio para la salud pública.”
Obsesionado con el modelo de “medico integro científico y ético” inhaló y exhaló cuantas veces pudo, hasta que se convenció después de un larguísimo camino recorrido que ya había HECHO suficiente en este mundo y que solo le quedaba SER en los demás: en sus hijos, nietos y bisnietos, en sus discípulos, en sus libros, sus recetas de cocina, en su ética no negociable, en los cientos de artículos científicos publicados cuyas investigaciones mejoraron la vida de miles de personas.
Hasta su retiro en el año 2013, revisó, dictaminó y autorizó más de 1000 estudios con fármacos y dispositivos médicos. Su vida estuvo unida a un Protocolo de investigación clínica desde 1959. En ese entonces solo contaba con el protocolo y un formulario de reporte de casos (CRF en inglés). Se trabajaba, como el solía decir, “de buena fe”.
Recién en 1997 ANMAT implementa la disposición para la conformación del Comité de Ética y la utilización del Consentimiento Informado. Su lema siempre fue que “Todo estudio de investigación clínica debe sustentarse sobre una sólida base moral”
Al nacer y comenzar a habitar esta tierra somos seres absolutamente indefensos y necesitamos, para poder sobrevivir, el cuidado y la protección de nuestra madre y nuestro padre. Al morir, también somos incapaces de valernos por nosotros mismos en el alivio del malestar y la angustia que el camino de la incertidumbre de lo que vendrá puede provocar, y ya no tenemos a nuestro lado el padre o la madre para cuidarnos.
Por esto, fue un verdadero honor para mí compartir la vida, pero fundamentalmente acompañar con serenidad tu encuentro con la muerte.
La ciencia tiene un límite, el misterio de la muerte no tiene aún evidencia publicada, ni creo que la tenga nunca. No hay un protocolo que encuentre dictamen posible. Abandonamos esta vida absolutamente indefensos como cuando llegamos, solo hay huellas dejadas en el camino para seguir y no tengo dudas que las dejaste ahí para que pueda alcanzarte.

Dr. Fernando Barclay
Editor en Jefe de la Revista Artroscopia