ARTROSCOPIA | VOL. 8, Nº 2 | 2001
 
ARTICULO ORIGINAL

Tratamiento de las fracturas de la meseta tibial: el rol de la asistencia artroscópica.

Dr. Pablo Carrilero

RESUMEN:

Presentamos nuestra experiencia en el tratamiento de las fracturas de la meseta tibial con asistencia artroscópica. Entre enero de 1997 y septiembre de 2001 evaluamos 23 pacientes con fracturas de la meseta tibial. Luego de su evaluación clínica y radiológica, incluimos 17 pacientes para este estudio Las fracturas fueron clasificadas utilizando la clasificación de Schatzker. 14 pacientes fueron tratados mediante reducción artroscópica y fijación percutánea, mientras que a tres pacientes se les realizó reducción abierta y osteosíntesis con placa tomillos bajo control artroscópico. Se obtuvo un 70% de buenos resultados (Puntuación de Delamarter.) Esta técnica posibilita una mejor visualización articular, disminuye la disección de los tejidos, y permite un adecuado diagnóstico y tratamiento de las lesiones asociadas. La reducción artroscópica y la fijación percutánea puede ser considerada como el tratamiento de elección en un grupo selecto de fracturas de la meseta tibial (Schatzker I y III)

ABSTRACT:

We present our experience with the arthroscopic management of the tibial plateau fractures. From January 1997 through September 2000, 23 patients with tibial plateau fracture were evaluated. After reviewing the records and radiologic studies, 17 patients were included in the study based on clinical and fracture patterns. Fractures were classed using Schatzker classification system. Fourteen of these patients were treated with arthroscopic reduction and percutaneous fixation. The remaining three underwent open reduction and internal fixation with arthroscopic evaluation. Overall, 70% of the patients had satisfactory results. (Delamarter score). This technique offers several advantages, such as direct visualization, diminished soft tissue dissection, and assessment and treatment of concomitant pathologies at the same time. Arthroscopic reduction and percutaneous fixation should be considered the treatment of choice in selected tibial plateau fractures (Schatzker I , III ).

INTRODUCCION

Las fracturas de la meseta tibial constituyen una patología relativamente frecuente, representando aproximadamente el 1% del total de las fracturas, y el 8% de las fracturas en el anciano.

Según las distintas series estadísticas, la meseta tibial externa es la más afectada 55 - 70 %, la meseta interna se compromete en un 10 a 23 %, y es bilateral entre un 10 a 30% de los casos. (19,28)

El objetivo en el tratamiento es lograr una articulación alineada, indolora, estable, y con un arco de movilidad adecuado a las necesidades del paciente. Dada la gran variedad en el tipo de estas lesiones se hace difícil estandarizar un protocolo terapéutico.

Si bien el tratamiento ortopédico (2,10,) brinda buenos resultados en aquellas fracturas sin desplazamiento, de baja energía, y especialmente en pacientes ancianos, existe consenso en que la óptima fun-

ción de una articulación depende de una estable congruencia de las superficies articulares, que permitan una balanceada transmisión de cargas a través de las mismas(18.) Así el tratamiento quirúrgico a cielo abierto ha ganado popularidad en aquellos casos de fracturas desplazadas, de alta energía y/o en pacientes jóvenes que requieren una restitución de la anatomía articular, seguida de una firme estabilización para permitir la movilización precoz. (13,19,22,27)

Pero si bien dicho el tratamiento quirúrgico a cielo abierto ha logrado gran aceptación en los últimos años, no ha estado exento de complicaciones ni limitaciones. Habitualmente se requiere de abordajes extensos para exponer y reducir la fractura que a menudo aumenta la desvascularización de los tejidos. Asimismo se debe realizar una artrotomía y la desinserción anterior del menisco, aumentando la morbilidad de la zona afectada. Por otro lado las frecuentes injurias asociadas: meniscales, ligamentarias y osteocondrales difícilmente puedan ser evaluadas y resueltas a través de estos abordajes (21,25,28)

Estas consideraciones ponen de manifiesto que la asistencia de técnicas artroscópicas pueden ofrecer importantes beneficios en el tratamiento de algunas de estas fracturas gracias a abordajes mínimos que permiten restituir la congruencia articular bajo visión directa. Asimismo permiten el diagnóstico y tratamiento de patologías asociadas durante el mismo acto quirúrgico.(1,6,9,26,29)

El objetivo de este trabajo es presentar nuestra experiencia en el tratamiento con asistencia artroscópica de estas fracturas que realizamos a nuestros pacientes en el servicio de Ortopedia y Traumatología del Hospital de Clínicas "José de San Martín".

MATERIAL Y METODO

a) Población de estudio:

Hemos incluido para este trabajo a 17 pacientes con 17 fracturas cerradas de la meseta tibial con un desplazamiento fracturario mayor a 2mm, todos operados bajo control artroscópico. La edad de los pacientes osciló entre los 32 a 81 años con una media de 66 años, y un predominio de mujeres (diez casos) sobre los hombres (siete casos.) La totalidad de los pacientes fueron operados por el mismo cirujano. El tiempo de evolución postoperatoria osciló entre un máximo de 53 meses y un mínimo de 9 meses (con una media de 31 meses.)

Los factores de exclusión en este trabajo fueron aquellos pacientes con fracturas expuestas y/o poli-traumatismos, lesiones vasculares o neurológicas asociadas, fracturas con severas lesiones tegumentarias, o aquellas fracturas que fueron intervenidas quirúrgicamente luego de transcurridos 15 días de la lesión. (seis casos).

Las fracturas fueron agrupadas de acuerdo a la clasificación de Schatzker.(28)

El protocolo quirúrgico para las fracturas tipo I, II y III (14 casos) consistió en la reducción y osteosíntesis con tornillos canulados con arandela o placa con tornillos (en casos de gran conminución u osteopenia) bajo asistencia artroscópica. Para las fracturas tipo IV, V y VI (3 casos) realizamos reducción y osteosíntesis con placa y tornillos bajo asistencia artroscópica.

Los pacientes luego de la cirugía fueron rehabilitados siguiendo el mismo esquema de movilización temprana y carga diferida de acuerdo a la evolución clínica y radiológica.

El control de la evolución de los pacientes fue realizado mediante una ficha de valoración y seguimiento postoperatorio de Delamarter (12) (tabla 1.)

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Tabla 1: Ficha de valoración postquirúrgica

 

Los resultados finales fueron agrupados según la siguiente escala:

90-100: resultado excelente, 80-89: resultado bueno, 70-79: resultado regular, y menos de 70: resultado malo.

 

b) Técnica quirúrgica:

Realizamos la cirugía con el paciente en decúbito dorsal bajo anestesia raquídea o general.

La mesa operatoria se quiebra a 90°. Realizamos isquemia del miembro lesionado, con un manguito neumático en la raíz de muslo. La preparación de los campos quirúrgicos es la habitual para efectuar una artroscopía convencional pero adicionalmente se preparan los campos en la espina ilíaca anterosuperior contralateral para la toma del injerto óseo. Antes de comenzar la cirugía evaluamos suavemente las posibles lesiones ligamentarias bajo anestesia. Iniciamos la cirugía con el examen artroscópico de la rodilla Realizamos 3 portales de rutina: anterolateral, y anteromedial para la visualización, entrada del líquido perfusor, e instrumental y superointerno o superoexterno, para la aspiración del líquido y detritus de la articulación.(cánula de drenaje)

Luego de realizar un copioso lavado articular (eliminando la hemartrosis y los fragmentos osteocondrales libres) durante aproximadamente 5 minutos, procedemos a valorar las lesiones intraarticulares existentes.

En las lesiones meniscales realizamos su sutura si la lesión es periférica (Fotos 1) o la menisectomía parcial si no reuniera condiciones de sutura. Las lesiones osteocondrales son tratadas con técnicas de estimulación mesenquimática, y en las lesiones de ligamentos cruzados, diferimos eventualmente su reconstrucción para un segundo tiempo quirúrgico. Luego de reconocer el trazo de fractura (localización, dimensiones, conminución, desplazamiento de los fragmentos, etc.) procedemos a su tratamiento. En las fracturas por hundimiento, realizamos una ventana ósea a nivel metafisodiafisario (aproximadamente 8 cm. por debajo de la línea articular ipsilateral a la fractura) a través de la cual introducimos un impactor romo (doble acodado a 90°), y procedemos a reducir los fragmentos hundidos mediante suaves golpes bajo visión artroscópica. (No utilizamos la guía tibial de ligamento cruzado anterior para ubicar la zona de lesión, dado que nuestros impactores son acodados y no canulados.)

 

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Foto 1: Sutura meniscal

 

Los reparos utilizados para la reducción de la meseta tibial son el borde sano del cartílago y la cara inferior y el borde libre del menisco.(Fotos 2)

A medida que se corrige el hundimiento, controlamos mediante artroscopía si algún fragmento óseo se hipercorrige, reduciéndolo con el palpador o una cureta. (Fotos 3, 4, y 5 )

Finalizada la reducción, procedemos a rellenar el defecto óseo existente en la meseta tibial con injerto óseo obtenido de la cresta ilíaca del paciente, introduciéndolo a través de la ventana ósea efectuada en la tibia. Al mismo tiempo que impactamos el injerto controlamos bajo control artroscópico que los fragmentos de la fractura no se desplacen, o que no migre injerto óseo en la articulación. (Foto 6)

En el caso de las fracturas por cizallamiento, realizamos un abordaje longitudinal sobre el platillo afectado (evitando la apertura de la cápsula articular y la desinserción meniscal), a través del cual desimpactamos y elevamos los fragmentos cizallados. Simultáneamente y mediante un escoplo laminar o escoplo gubia, desimpactamos los fragmentos fracturarios articulares bajo visión artroscópica, colaborando en las maniobras de reducción. (Foto 7) Posteriormente realizamos la osteosíntesis, la cual dependerá de las características de la fractura que estemos tratando. Si utilizamos tomillos canulados con arandela, la colocación es percutánea próxima a la línea articular, para que actúen de sostén, protegiendo el hundimiento de los fragmentos (fracturas tipo III), o realicen compresión del fragmento cizallado (algunas fracturas tipo I y II.) La placa con tornillos es utilizada en aquellas fracturas con componente de cizallamiento, con importante conminución, desplazamiento u osteopenia de sus fragmentos.

 

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Foto 2: Parámetros de reducción de la fractura

 

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Foto 3, 4 y 5: Control artroscupico de la reducción

 

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Foto 6: Injerto compactado

 

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Foto 7: Reducción con escoplo

 

La posición de los tornillos es controlada mediante intensificador de imágenes. La asistencia artroscópica nos permite controlar que el injerto no migre dentro de la articulación. Por último también evaluamos que los fragmentos fracturarios no se desplacen al realizar movimientos de flexo-extensión de rodilla luego de realizada la osteosíntesis.

Utilizamos de rutina drenajes aspirativos que dejamos de acuerdo a su débito durante 24-48 hs.

El miembro operado es inmovilizado con un vendaje de Robert Jones que se retira a las 48 horas para comenzar con ejercicios de rehabilitación activos y pasivos.

RESULTADOS

Los pacientes agrupados según el tipo de fractura utilizando la clasificación de Schatzker se distribuyeron de la siguiente manera:

Grupo I: 3 casos

grupo II: 7 casos

grupo III: 4 casos

grupo IV: 1 caso

grupo V: 2 casos

grupo VI: O casos

Los causas de producción de la fractura fueron: Caídas al tropezar desde su propia altura: 9 casos (2 casos de fracturas tipo I, 4 tipo II, 3 tipo III) Accidentes de tránsito: 3 casos (1 caso tipo II, 1 tipo III, 1 tipo V)

Accidentes deportivos: 2 casos (1 caso tipo I, 1 tipo V) Caídas de altura: 2 casos (2 casos tipo II) Accidentes laborales: 1 caso (1 caso tipo IV, atropellado por una maquinaria)

Con respecto a las lesiones de partes blandas asociadas, nuestros hallazgos fueron los siguientes:

Cinco lesiones meniscales ipsilaterales a la fractura (todas en el platillo tibial externo): 4 de ellas fueron tratadas con menisectomía parcial y una de ellas que presentaba una desinserción meniscal periférica fue suturada. También hallamos 6 lesiones degenerativas del menisco interno (5 en fracturas con compromiso de la meseta externo y la restante en una fractura con compromiso de la meseta tibial medial.)

Asimismo observamos numerosas lesiones osteocondrales (grados 3 y 4 de la clasificación de Outer-bridge) en ambos compartimentos femorotibiales. (ver tabla 2). En todos los casos se efectuaron técnicas de estimulación mesenquimatosa, regularización, perforaciones y abrasión del lecho de lesión.

 

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Tabla 2: lesiones asociadas a las fracturas del platillo tibial

 

Referencias:

AD: Accidente deportivo AT: Accidente de tránsito AL: Accidente laboral

CPA: Caída de propia altura CA: Caída de altura

CE: Compartimento externo CI: Compartimento interno E: Excelente

B: Bueno

R: Regular

M: Malo

*: 1 caso de desinserción meniscal, suturado

 

Con respecto a las lesiones ligamentarias: la afección más frecuente fue la lesión del ligamento colateral medial (7 casos.) Dicha lesión fue evaluada de rutina durante el postoperatorio inmediato y alejado, y en ningún caso requirió tratamiento quirúrgico. De estas lesiones dos casos se asociaron a fracturas por cizallamiento de la meseta externa y cinco asociadas a lesiones mixtas (cizallamiento- hundimiento del platillo externo.) No observamos estas lesiones en las fracturas por hundimiento de la meseta tibial. Asimismo hallamos una lesión del ligamento cruzado anterior, que fue tratada en forma incruenta (el paciente presenta 57 años, es de hábitos sedentarios y a 19 meses de la cirugía no refiere síntomas de inestabilidad.)

No observamos lesiones del ligamento colateral externo o del ligamento cruzado posterior.

Con respecto a las complicaciones postquirúrgicas hemos tenido un caso de infección subaguda en un paciente con una fractura mixta de la meseta tibial externa y osteosíntesis con placa y tornillos. El paciente requirió de una nueva cirugía: retiro del implante y tratamiento antibiótico, con buena evolución clínica.

Otra complicación fue el apoyo precoz del miembro operado (a los 19 días de la cirugía), perdiéndose parcialmente la reducción en un paciente con patología psiquiátrica. Actualmente (a 21 meses de la cirugía) presenta un score de 67 puntos, considerándolo un mal resultado final.

Los pacientes no han presentado retardos de consolidación, pseudoartrosis, ni síndromes compartimentales.

Con respecto a la rehabilitación, en todo los casos iniciamos ejercicios isométricos de cuádriceps y ejercicios de bomba muscular gemelar inmediatamente de finalizada la cirugía. A las 48 hs. comenzamos con ejercicios de flexo-extensión activa y pasiva de la rodilla, buscando obtener un arco de movilidad para el primer mes de: 0° a 90°. Dicha rehabilitación la hemos efectuado en dieciséis pacientes tratados, mientras que en el paciente restante debimos demorar la rehabilitación hasta novena semana por razones psiquiátricas. La carga, en forma asistida con bastones canadienses fue demorada hasta la obtención de parámetros clínicos y radiológicos de consolidación ósea.

En los diecisiete pacientes tratados se obtuvo una extensión final completa de la articulación, mientras que la flexión fue variable, pero en todos los casos se superaron los 90° de flexión.

Del análisis de los resultados de la tabla de valoración pre y postoperatoria, obtuvimos los siguientes registros:

Resultados excelentes: (90-110 puntos): 3 casos (1 caso tipo I, 2 casos tipo III)

Resultados buenos: (80-89 puntos): 9 casos (2 casos tipo I, 4 tipo II, 2 tipo III, 1 tipo V)

Resultados regulares: (70-79): 4 casos (3 casos tipo II, 1 caso tipo IV)

Resultado malo: < 70 puntos: 1 caso (1 caso tipo V)

DISCUSION

Las fracturas de la meseta tibial constituyen un grupo heterogéneo de lesiones y su tratamiento ha de ser definido teniendo en cuenta no solo las características propias de la fractura sino también la llamada personalidad de la misma como la edad y el estado general del paciente, su grado de actividad, la existencia asociada de politraumatismos, etc.

Sabemos que la reducción anatómica ayuda a prevenir la pérdida de movilidad y retrasa los cambios de-generativos articulares. Sin embargo aún existen controversias en el tratamiento de muchas de estas fracturas, fundamentalmente dadas las potenciales complicaciones de la cirugía a cielo abierto.(18)

En los últimos años se ha extendido el empleo de la artroscopía al tratamiento de estas fracturas, colaborando a salvar las diferencias existentes entre el tratamiento quirúrgico y no quirúrgico, al ofrecer las ventajas de la visualización directa, reducción anatómica y fijación rígida percutánea o con exposiciones mínimas, sin las complicaciones de la cirugía a cielo abierto. (5,8,17,20)

Al analizar la bibliografía (5,15,30) y nuestra casuística, observamos que si bien en todos los casos la artroscopía nos facilitó la obtención de la reducción bajo visión directa y el diagnostico de lesiones asociadas, son las fracturas tipo III las que se presentan como la principal indicación de artroscopía, dado que los hundimientos puros no requieren de abordajes directos sobre el trazo de fractura para ser reducidos y estabilizados. En estos casos la artroscopla brinda una visión directa de la reducción obtenida que es muy superior a la que otorga un intensificador de imágenes. (23)

Asimismo en las fracturas tipo I (frecuentes en la población joven) que no presenten importante osteopenia o conminución, se puede lograr la reducción a través de un pequeño abordaje extraarticular, y posterior osteosíntesis percutánea. Otra ventaja de la artroscopía en dichas lesiones es la posibilidad de diagnosticar y reparar las desinserciones meniscales que son de frecuente aparición.

Con respecto al empleo del injerto óseo, los objetivos de su utilización son rellenar los defectos óseos producidos por el mecanismo compresivo de la fractura (en aquellas fracturas con mecanismo de hundimiento), colaborar en su estabilización y facilitar la consolidación.

Nosotros lo hemos empleado en catorce de los diecisiete pacientes operados (solo no se utilizó en las fracturas tipo I.)

Fowble (15) reporta que el aporte de injerto óseo ha disminuido al utilizar el método artroscópico, decreciendo de esta forma la morbilidad postquirúrgica. Nosotros consideramos que el aporte biológico depende fundamentalmente de las características de la fractura y de la calidad y cantidad de capital óseo existente, y no de la asistencia o no del método artroscópico.

La artroscopía nos posibilitó un adecuado control de la ubicación de los fragmentos intraarticulares así como la confirmación de ausencia de injerto óseo o fragmentos osteocondrales libres a nivel articular. Asimismo nos permitió observar la estabilidad fracturaria luego de finalizada la osteosíntesis.

Las lesiones de partes blandas asociadas a las fracturas del platillo tibial son comunes, pero su incidencia y severidad son generalmente sobrestimadas. Varios estudios indican una frecuencia global de lesiones de alrededor del 35% al 50%.

En 1994 Vangsness (30) estudió 36 pacientes con fracturas de platillo tibial sometidos a valoración artroscópica, encontrando que el 47% de los mismos presentaron lesiones meniscales. De las 17 lesiones halladas, 13 se encontraban en el menisco lateral, cinco lesiones eran periféricas, (una en asa de balde.) También diagnosticó 3 lesiones radiales y cinco complejas que requirieron menisectomías. Las cuatro lesiones del menisco medial se asociaron con fracturas tipo IV de Hohl, y requirieron menisectomías. Asimismo halló una asociación significativa entre la lesión meniscal y la gravedad de la lesión: de las 25 fracturas que requirieron reducción interna un 64% tuvieron lesión meniscal, mientras que solo un 9% de las mismas presentaron compromiso meniscal si se trataron en forma incruenta.

Dado el elevado porcentaje de lesiones meniscales, Bennett subraya la importancia de la artroscopía en el tratamiento de estas fracturas, especialmente en el tipo I y II, dada la frecuente interposición del menisco en el trazo de fractura. (4)

Dicho autor también encontró a la lesión meniscal corno la segunda causa mas frecuente de lesión asociada: 20 % de los casos. En todos sus casos publicados, la lesión meniscal siempre asentó del lado de la fractura.

En nuestra estadística si dividimos a la población según el grupo etario en mayores y menores a 40 años observamos que en todos los pacientes menores a 40 años (3 casos con fracturas tipo I, II y V) encontramos lesiones del menisco externo, realizando 2 menisectomías parciales (1 lesión radial y 1 lesión en asa de balde) y 1 sutura meniscal (desinserción meniscal.)

En los pacientes mayores a 40 años (14 casos) hallamos 6 casos de lesiones meniscales degenerativas del menisco interno y 2 casos de lesión del menisco externo (2 lesiones oblicuas) que fueron tratadas mediante menisectomía parcial.

Consideramos entonces de gran importancia el aporte de la artroscopía en estas lesiones asociadas, dado que además de permitir diagnosticar y reparar las mismas, evita la necesidad de la apertura capsular y la desinserción del menisco, que aunque luego sea reparado puede alterar la distribución de presiones en una articulación con daño osteocartilaginoso, y muchas veces también ligamentario.

Las lesiones ligamentarias, según las distintas series ocurren en aproximadamente un 20% de las fracturas de la meseta tibial, y si bien pueden ocurrir en cualquier tipo de fractura, se presentan con más frecuencia en las fracturas por cizallamiento o en aquellas de mecanismo mixto. Su tratamiento es aún motivo de discusión. Si bien existe consenso en que las inestabilidades articulares causadas ya sea por lesiones ligamentarias o por defectos y/o deformidad ósea son causa de malos resultados, aún no existe consenso en el momento de realizar las reparaciones ligamentarias.

Algunos autores sostienen la necesidad de la reparación ligamentaria, en forma concomitante con la fractura, para obtener mayor estabilidad postquirúrgica y así un resultado final satisfactorio (11,12,) Mientras tanto otros autores consideran que no es necesaria la reparación hasta no solucionar el defecto fracturario y se evalúe la estabilidad final de la rodilla.

En nuestra casuística la lesión ligamentaria que se sospechaba mas frecuentemente antes de la cirugía era la del ligamento colateral medial, pero el examen era realizado bajo anestesia previa a la reducción y osteosíntesis. Sin embargo después de la fijación las maniobras semilógicas frecuentemente se negativizaban, indicando que en estos casos los movimientos por los trazos de fractura generaban la inestabilidad.

Por otro lado nos ha sido difícil valorar lesiones de los ligamentos colaterales cuando existe una fractura de la meseta tibial. Martin ha sugerido valorar el espacio medial de apertura al aplicar una fuerza en valgo. Este espacio no debe excederse en un 10mm, ya que sino estaríamos frente a una lesión del ligamento colateral medial. Sin embargo coincidimos con Moore (24), que sostiene que existen otras variables que alteran el aumento del espacio medial además de la lesión de este ligamento como variaciones por la magnificación radiográfica, la laxitud ligamentaria, el grado de flexión de la rodilla al momento del examen, etc. Por otro lado el hundimiento o el cizallamiento de la fractura también altera la angulación varo-valgo de la rodilla.

De la misma forma también diferimos la cirugía de lesiones del ligamento cruzado anterior hasta que la fractura halla consolidado y solo contemplamos la reparación en agudo en las lesiones con avulsión ósea del dicho ligamento. Se debe tener especial cuidado en las fracturas tipo IV que necesitan osteosíntesis con placa, evitar su colocación en el sitio de perforación del túnel tibial.

Con respecto a las lesiones osteocondrales, la asistencia artroscópica nos permitió diagnosticar y reparar 13 lesiones grados III - IV en 11 pacientes. De estas 13 lesiones, 11 de ellas se encontraban en el compartimento femorotibial contralateral al platillo fracturado, por lo que la cirugía a cielo abierto no hubiera permitido diagnosticar y tratar.

Al analizar las complicaciones postquirúrgicas, la más importante ha sido una infección subaguda, que requirió el retiro del implante y tratamiento antibiótico.

En nuestra casuística no hemos tenido síndromes compartimentales. En la literatura existen pocos casos reportados asociados a las fracturas de la meseta tibial.(3)

Sabemos que la existencia de una lesión ósea intraarticular, sumada al daño de la cápsula articular predisponen a esta complicación También es sabido que dicha complicación aumenta su frecuencia con el empleo de las bombas de infusión.(7,14,)

Para disminuir los riesgos realizamos la artroscopía sin bomba y con un importante flujo de salida de líquidos mediante un tercer portal, que permite reducir al mínimo esta complicación. Por otro lado se

debe prestar especial cuidado al estado de la pierna y de la rodilla durante la cirugía, como así también a la movilización de la misma, ya que la flexión aumenta la presión intraarticular y disminuye la salida de los fluidos favoreciendo la extravasación de líquidos fuera de la articulación.(16)

Coincidimos con Fowble (15), quien reporta los mejores resultados funcionales y cosméticos en aquellos casos de reducción cerrada bajo control artroscópico, atribuyéndolo a una mejor visualización y por lo tanto definición y reducción de la fractura. Este hecho se complementa con un adecuado diagnóstico de las lesiones meniscales, ligamentarias, y osteocondrales, de frecuente asociación en estas fracturas, con la posibilidad de reparar alguna de ellas en el mismo acto operatorio.

Por otro lado, al evitar las artrotomías amplias o la desinserción meniscal, y al eliminar adecuadamente la hemartrosis y los detritus osteocondrales, se disminuye la morbilidad postquirúrgica, el tiempo de internación, y optimiza la rehabilitación, permitiendo recuperar rápidamente la movilidad con escaso dolor.

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Para optar a miembro titular 

Servicio de Ortopedia y Traumatologia
Hospital de Clínicas "Jose de San Martín"