ARTROSCOPIA | VOL. 20, Nº 3  | 2013

Editorial

Tres historias que nos ayuden a entender

Durante casi toda mi vida he tenido un enorme interés y atracción por conocer acerca de la vida de las personas que hicieron y hacen de este mundo un mejor lugar para habitar, y digo “casi” porque en demasiados momentos de nuestra existencia estamos tan ocupados con el hacer y el tener, que como fantasmas anónimos todas esas personalidades que definitivamente construyeron los cimientos en donde hoy nos sostenemos, pasan flotando desapercibidas.
Quienes somos en la actualidad se lo debemos a otros que ya fueron; transitamos un camino elegido, sintiendo, escuchando, observando, practicando, reflexionando, probando y arriesgando, sin darnos cuenta en definitiva que de esto se trata el “aprendizaje”.
Quienes son para mí los maestros, los que nos acompañan de la mano en ese transitar por la vida, los que dan ejemplo, los que transmiten convicciones, los que no se esconden y confrontan, los generosos, los “sencillos”; si la sencillez es una cualidad saludable que nos permite acortar las distancias y sentirnos a gusto en una relación de “aprendizaje”.
También a lo largo de mi vida tuve cierta fascinación por las fotos antiguas en blanco y negro, como si las cosas o las personas que se encuentran impresas en esos papeles viejos, vivieran en mis manos y me hicieran recordar por un momento, lo extremadamente pequeño que soy en un universo que avanza sin detenerse nunca, y que en algún momento de esa carrera nos devora y nos introduce para siempre en esas papeletas color sepia.
No se aterroricen señores lectores, a pesar de la lluvia constante que atraviesa mi ventana, no escribo desde la melancolía, no comparto en general eso de que la vida sea tan corta, ni tampoco que pasa demasiado rápido, como solemos repetir en charlas de café, la vida tiene la medida justa que nosotros decidimos darle, el problema es que nos aturdimos y corremos a velocidades prohibidas que nos hacen pasar de largo del destino elegido.
Tratando de encontrar una explicación a esta fascinación personal, quizás las biografías históricas y las fotos viejas me ayuden a comprender quien soy yo en realidad y en qué mundo estoy viviendo; creo que, “Aprender a SER” seguramente tenga que ver con esto.
Estas son tres pequeñas e intensas historias de vida, pequeñas por su sencillez e intensas por su legado, no intento transcribir biografías ya escritas, plagadas de fechas, lugares y títulos honoríficos, pretendo transmitir lo que personalmente sentí al tratar de entender a estos tres seres humanos diferentes, que nos enseñaron a veces sin quererlo y transitaron esta vida como cualquiera de nosotros, pero perduraron.
Cecilia Grierson fue la primera mujer en obtener el título de médica en Argentina y Latinoamérica, como buena descendiente de escoceses, sé de qué se trata esto, supo luchar con tremenda valentía y decisión contra una época cargada de preconceptos y machismo académico (foto 1).

Foto 1: Cecilia Grierson (1859-1934). Colección de fotografías Dr.César Gotta.

Su vocación docente nace como maestra rural en la colonia de escoceses, radicada por ese entonces en Monte Grande, pero no por casualidad si no por una necesidad económica, luego del fallecimiento de su padre. Se recibe de maestra en Buenos Aires, pero su espíritu transgresor y provocador la lleva a inscribirse en la Facultad de Ciencias Médicas, en donde recibe su título, sin antes fundar como estudiante de medicina la Escuela de Enfermeras. Solo estos nueve años de su vida le alcanzaron para despertar nuestra admiración, pero que habrá sentido íntimamente esa mujer del siglo XIX, desafiando a una sociedad médica indiferente y reactiva y provocando con su carácter indomable a una lógica institucionalizada, solo por la condición sexual de ser mujer.


Quizás esta intimidad pueda ser debelada, si observan detenidamente su cara en esta foto vieja, que irradia sencillez, alegría de vivir y compromiso. Queridos lectores, los invito a leer la historia que siguió a estos nueve años, jamás inclinarse ni bajar los brazos ante una sociedad hostil por principios y definitivamente errónea, ya que nunca, hasta su fallecimiento se le ofreció un cargo de jefa de sala o de docente universitaria, a pesar de sus inigualables cualidades vocacionales de “maestra”.
Alejandro Posadas murió en manos de una tuberculosis pulmonar a solo treinta y dos años de haber nacido. Desarrolló y cultivó su vocación como médico y docente en tan solo nueve años de actividad profesional. Bajo su jefatura en el Servicio de cirugía de Niños en el Hospital de Clínicas se realizaron, entre 1901 y 1902, mil setecientas cuarenta y dos intervenciones quirúrgicas (Foto 2).

 

Foto 2: Alejandro Posadas (1870-1902). Colección de fotografías Dr.César Gotta.

En tan solo una década, se enfrentó con valentía y decisión a enfermedades como la hidatidosis pulmonar, y a otras muchas afecciones que aquejaban a la humanidad y logro aliviarlas, creando por ejemplo la metodología para la cirugía endocavitaria torácica; pero lamentablemente pagó nada más y nada menos que con su corta vida sus desvelos por el cumplimiento de un ideal.
Si buscan en los archivos de la vida de este tremendo ser humano, encontrarán la primer cirugía filmada en el mundo, al resecar un quiste hidatídico de pulmón, en el año 1889.
Observen su expresión en la fotografía que dejó a sus amigos antes de ir a morir a París, serenidad y bigotes desplegados para poder volar más allá de este mundo, agradecido por sus logros inigualables, pero con la fuerte convicción de saber que su tarea estaba cumplida.
Finalmente, cómo no escribir unas modestas líneas acerca del Dr. René Favaloro; cuando yo era muy joven y antes de viajar a Houston, Estados Unidos, a realizar un internado rotatorio como estudiante avanzado de medicina en la Universidad de Baylor, tuve la oportunidad de tener entre mis manos y leer con gran voracidad su libro autobiográfico: “De la Pampa a los Estados Unidos”. Como olvidarme de la emoción que me provocaba leer el relato acerca de la relación con su padre ebanista y los esfuerzos de éste, por mandar a su hijo a la Universidad trabajando sin descanso hasta la hora de comer. Después de su trágica autodeterminación de dejar este mundo, para mí incomprensible, traté de buscar una explicación lógica a esta decisión, releyendo en varias oportunidades el mismo libro y con esfuerzo y resignación logré, no sólo entender su decisión basada en el descubrimiento íntimo de una sociedad políticamente mezquina y egoísta, sino también comprendí el origen de una vida caracterizada por la sencillez, alejada de estridencias y triunfalismo personal, en donde la vocación de servicio por el prójimo y el alivio del sufrimiento humano estaba íntimamente ligado a la excelencia y a la continuidad de su legado a través de sus innumerables discípulos (foto 3).

 
Foto 3: René Favaloro (1923-2000).

Recuerdo con orgullo y todavía con nerviosismo, cuando en Houston visitaba en una de mis rotaciones al Dr. Denton Cooley, uno de los mayores exponentes de la cirugía cardiovascular del mundo, cuándo se enteró de mi nacionalidad, se acercó hasta donde yo estaba y estrechando mi mano, me invitó acompañarlo en las más de quince cirugías que tenía programadas ese día, muchas de las cuales eran Bypass coronarios y a festejar con él, de esta manera, las bondades de una técnica quirúrgica que salvó miles y miles de vidas en todo el mundo.
Observen con detenimiento esta foto del Dr. Favaloro y piensen por un instante que pasaría si sus vidas dependieran de este extraordinario cirujano, que antes de partir hacia el quirófano los visita en el cuarto de hospital para ofrecerles su capacidad y asegurarles que hará todo lo posible por que las cosas en el quirófano salgan bien. Esa cara me transmite paz, tremenda bondad, sabiduría, compromiso y sobre todo una irresistible ganas de acompañarlo a seguir creyendo que la vida vale la pena.
No renunciemos a “Aprender” pero al mismo tiempo tengamos la bondad de “Enseñar”, dejemos un legado para las próximas generaciones, ejemplos de hombre y mujeres como los que acabo de compartir con ustedes hay muchos, conocidos y no tanto, pero que fue lo que íntimamente los llevo a hacer lo que hicieron para la construcción de una sociedad mucho mejor, seguirá siendo, para mí, el misterio de la determinación del espíritu humano.

 

Dr. Fernando Barclay
Coordinador Editorial